Catequista: Oscar E.
Pedraza Galeana
Padres, no exijan demasiado a sus
hijos" (Col. 3, 21) .
Nunca estas palabras de Santiago tienen tanto significado como en el momento actual en nuestras familias.
Como papá, amigo y catequista les pido que como padres y madres nos esforcemos por brindar a nuestros hijos todas las condiciones favorables para su desarrollo integral, (espiritual, intelectual, emocional, etc.), empezando por crear un hogar estable, con amor, en el que puedan crecer seguros y felices. Todos nosotros sabemos que por diversas razones cada vez son más los hijos que están creciendo en familias desintegradas, en las que aun estando papá y mamá no les brindan un hogar lleno de amor y de paz; sino por el contrario, cada día son testigos de gritos, pleitos y de las más desagradables escenas. Otros crecen en familias incompletas donde falta el padre o la madre.
Y yo les digo hoy que Dios bendiga a quienes aún a costa de mucho sacrificio consagran la vida a sacar adelante a sus hijos.
En todos estos casos he observado que a quienes se les pide mayor comprensión y madurez es a los hijos. Ellos deben entender y perdonar al adulto que los abandonó, que los golpeó, que los insultó; superar la soledad y luchar por salir adelante con el que todavía está a su lado o aceptar al que llega para llenar el lugar que quedó vacío. Ellos deben ser maduros para no interferir en las relaciones amorosas de su padre o de su madre y superar la rivalidad con sus hermanos o medios hermanos, esforzándose por llegar a aceptar y amar a su familia.
Esto que escribo es una realidad, son casos que conozco, he reflexionado, e incluso he vivido; por eso, porque he sufrido y sobre todo porque no deseo hacer sufrir a otros me atrevo a decir: no es justo que los adultos pidamos a los niños y adolescentes ser más maduros que nosotros, más comprensivos que nosotros, que sufran porque no hemos actuado como deberíamos actuar.
Pienso que es hora de que hagamos un alto y reflexionemos, pues las decisiones que como adultos tomamos tendrán consecuencias, que en la mayor parte de veces las sufrirán nuestros pequeños, quienes no siempre lograran salir de todo esto sin las heridas que los lleven al alcoholismo, drogadicción, rebeldía, depresión y toda clase de desequilibrios.
Nunca estas palabras de Santiago tienen tanto significado como en el momento actual en nuestras familias.
Como papá, amigo y catequista les pido que como padres y madres nos esforcemos por brindar a nuestros hijos todas las condiciones favorables para su desarrollo integral, (espiritual, intelectual, emocional, etc.), empezando por crear un hogar estable, con amor, en el que puedan crecer seguros y felices. Todos nosotros sabemos que por diversas razones cada vez son más los hijos que están creciendo en familias desintegradas, en las que aun estando papá y mamá no les brindan un hogar lleno de amor y de paz; sino por el contrario, cada día son testigos de gritos, pleitos y de las más desagradables escenas. Otros crecen en familias incompletas donde falta el padre o la madre.
Y yo les digo hoy que Dios bendiga a quienes aún a costa de mucho sacrificio consagran la vida a sacar adelante a sus hijos.
En todos estos casos he observado que a quienes se les pide mayor comprensión y madurez es a los hijos. Ellos deben entender y perdonar al adulto que los abandonó, que los golpeó, que los insultó; superar la soledad y luchar por salir adelante con el que todavía está a su lado o aceptar al que llega para llenar el lugar que quedó vacío. Ellos deben ser maduros para no interferir en las relaciones amorosas de su padre o de su madre y superar la rivalidad con sus hermanos o medios hermanos, esforzándose por llegar a aceptar y amar a su familia.
Esto que escribo es una realidad, son casos que conozco, he reflexionado, e incluso he vivido; por eso, porque he sufrido y sobre todo porque no deseo hacer sufrir a otros me atrevo a decir: no es justo que los adultos pidamos a los niños y adolescentes ser más maduros que nosotros, más comprensivos que nosotros, que sufran porque no hemos actuado como deberíamos actuar.
Pienso que es hora de que hagamos un alto y reflexionemos, pues las decisiones que como adultos tomamos tendrán consecuencias, que en la mayor parte de veces las sufrirán nuestros pequeños, quienes no siempre lograran salir de todo esto sin las heridas que los lleven al alcoholismo, drogadicción, rebeldía, depresión y toda clase de desequilibrios.
¡Acerquémonos a Dios,
oremos en familia y pidamos con fervor su ayuda, para que su espíritu y su amor
nos fortalezcan y seamos capaces de decidir siempre en favor de nuestros
hijos!.
El punto clave, a mi parecer, se encuentra en profundizar nuestra relación con Dios, pues esto resulta fundamental para lograr cambiar la historia de nuestras familias.
¿Vamos a continuar haciendo nuestros propios planes? o Estaremos dispuestos a conocer y obedecer el plan de Dios.
No estoy diciendo que todos los planes que el ser humano haga sobre la familia sean malos, pero seguro estoy que Dios tiene un plan mejor.
En condiciones normales deberíamos buscar el bien mayor, pero muchas veces la ignorancia, la inmadurez, las malas experiencias nos llevan a cerrarnos en nuestras ideas y por estar aferrados a nuestros propios criterios, no abrazamos con alegría el plan de Dios.
El punto clave, a mi parecer, se encuentra en profundizar nuestra relación con Dios, pues esto resulta fundamental para lograr cambiar la historia de nuestras familias.
¿Vamos a continuar haciendo nuestros propios planes? o Estaremos dispuestos a conocer y obedecer el plan de Dios.
No estoy diciendo que todos los planes que el ser humano haga sobre la familia sean malos, pero seguro estoy que Dios tiene un plan mejor.
En condiciones normales deberíamos buscar el bien mayor, pero muchas veces la ignorancia, la inmadurez, las malas experiencias nos llevan a cerrarnos en nuestras ideas y por estar aferrados a nuestros propios criterios, no abrazamos con alegría el plan de Dios.
Sin duda ahora es el
momento, escuchemos continuamente la palabra de Dios, apoyemos activamente la
catequesis que nuestros hijos reciben actualmente, aprovechémosla como familia,
abracémonos, seamos cariñosos, hablemos,
oremos y reflexionemos con nuestros pequeños vivamos en presencia de Nuestro
Señor y aceptemos la verdad que representa el amor en nuestras vidas.