jueves, 7 de julio de 2016

LA SANTIDAD

La santidad es posible para todos.

Desde que era niño mi abuela tenía la sana costumbre de llevarme siempre a misa dominical. Tengo que reconocer que en ese tiempo y durante mucha parte de mi juventud no entendía qué ocurría en la Eucaristía y me aburría bastante. Por ello, fui tomando la costumbre (para entretenerme) de observar esas grandes imágenes de madera o yeso que se ubicaban al lado del altar o en los pasillos laterales de la Iglesia. Eran todas de personas vestidas con hábito: sacerdotes, monjas y religiosos, con rostro serio y místico a la vez.

De esta forma, me hice una imagen de lo que era la santidad: un ideal muy bonito y noble,  pero reservado para unos cuantos “elegidos” y que definitivamente implicaba ser sacerdote o monje, como mínimo.

Sin embargo, terminando mi adolescencia fui conociendo más a Dios y fui descubriendo poco a poco la riqueza del Espíritu de Dios, su variedad de carismas y la inmensa diversidad de santos que existían alrededor del planeta. Santos que encendieron en mí el ideal de que el cambio del mundo pasa por la santidad de cada uno y por testimoniar el Amor de Cristo.

Así que ahora te explico lo que significa la santidad para mí:

La santidad no es un privilegio solo de algunos: la santidad es un don que se ofrece a todos, nadie está excluido y debiera reflejar el carácter distintivo de todo cristiano. Generalmente muchos piensan que la santidad es cerrar los ojos y poner caras, no eso no es santidad ¡La santidad es algo más grande que nos da Dios! Es exactamente viviendo con amor y ofreciendo nuestras obras y dolores en las ocupaciones de todos los días donde estamos llamados a convertirnos en santos. Amando diariamente  en las condiciones y en el estado de vida en el que nos encontremos.

¡Qué importante será recordar y cuidar ese don de Dios, que se te ofrecerá en la Eucaristía, ese fuego inicial de quién se encuentra con Dios desde temprana edad! Y es que es en tu corazón joven donde llevarás contigo todo ese entusiasmo y fuerza para luchar por los ideales que El Señor sembrara en tu vida.

Tú y tantos otros jóvenes, cada uno desde su propio estado de vida y edad y conscientes de sus propias fragilidades, serán justamente jóvenes con un amor grandísimo por Dios, absolutamente convencidos de que el Amor a Jesús y a los demás es lo que realmente cambia los corazones y al mundo.

Es por todo lo anterior que la iglesia de Cristo tiene puesta su esperanza en ti, en que con los dones del Espíritu Santo y tu determinación y amor por Nuestro Señor te harán luchar por tu santidad y te aseguro que llegarás a ella en la compañía de Jesús y así juntos construir el reino que Dios ha tenido planeado para todos sus hijos.

¡Se valiente y procura tu santidad!, y si, te aseguro habrá caídas y penas y aun así serás inmensamente feliz pues tendrás la certeza de contar siempre con el auxilio y compañía de Nuestro Señor Jesucristo que nos prometió estar siempre con nosotros hasta el fin.


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