La santidad es posible para
todos.
Desde que era niño mi
abuela tenía la sana costumbre de llevarme siempre a misa dominical. Tengo que reconocer
que en ese tiempo y durante mucha parte de mi juventud no entendía qué ocurría
en la Eucaristía y me aburría bastante. Por ello, fui tomando la costumbre
(para entretenerme) de observar esas grandes imágenes de madera o yeso que se
ubicaban al lado del altar o en los pasillos laterales de la Iglesia. Eran
todas de personas vestidas con hábito: sacerdotes, monjas y religiosos, con
rostro serio y místico a la vez.
De esta forma, me hice una imagen de lo que era la santidad: un
ideal muy bonito y noble, pero reservado para unos cuantos “elegidos” y
que definitivamente implicaba ser sacerdote o monje, como mínimo.
Sin embargo, terminando
mi adolescencia fui conociendo más a Dios y fui descubriendo poco a poco la
riqueza del Espíritu de Dios, su variedad de carismas y la inmensa diversidad
de santos que existían alrededor del planeta. Santos que encendieron en mí el
ideal de que el cambio del mundo pasa por la santidad de cada uno y por
testimoniar el Amor de Cristo.
Así que ahora te explico lo que significa la
santidad para mí:
La santidad no es un privilegio solo de algunos: la
santidad es un don que se ofrece a todos, nadie está excluido y debiera
reflejar el carácter distintivo de todo cristiano. Generalmente muchos piensan
que la santidad es cerrar los ojos y poner caras, no eso no es santidad ¡La
santidad es algo más grande que nos da Dios! Es exactamente viviendo con amor y
ofreciendo nuestras obras y dolores en las ocupaciones de todos los días donde
estamos llamados a convertirnos en santos. Amando diariamente en las condiciones y en el estado de vida en
el que nos encontremos.
¡Qué importante será recordar y cuidar ese don de Dios, que se
te ofrecerá en la Eucaristía, ese fuego inicial de quién se encuentra con Dios
desde temprana edad! Y es que es en tu
corazón joven donde llevarás contigo todo ese entusiasmo y fuerza para luchar
por los ideales que El Señor sembrara en tu vida.
Tú y tantos otros jóvenes, cada uno desde su propio estado de
vida y edad y conscientes de sus propias fragilidades, serán justamente jóvenes
con un amor grandísimo por Dios, absolutamente convencidos de que el Amor a
Jesús y a los demás es lo que realmente cambia los corazones y al mundo.
Es por todo lo anterior que la iglesia de Cristo tiene puesta su
esperanza en ti, en que con los dones del Espíritu Santo y tu determinación y
amor por Nuestro Señor te harán luchar por tu santidad y te aseguro que
llegarás a ella en la compañía de Jesús y así juntos construir el reino que
Dios ha tenido planeado para todos sus hijos.
¡Se valiente y procura tu santidad!, y si, te aseguro habrá
caídas y penas y aun así serás inmensamente feliz pues tendrás la certeza de
contar siempre con el auxilio y compañía de Nuestro Señor Jesucristo que nos
prometió estar siempre con nosotros hasta el fin.
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